Llegar a la Finca del Marqués o Montemolar a la boda de unos amigos y tomar el aperitivo observando el entorno y las vistas a la sierra. Ver de frente la imponente fachada de la casa, sus dos torres, la balconada, el porche, los grandes ventanales y la hiedra subiendo incipiente.

Estar comiendo un tournedó de solomillo de ternera a la reducción de PX con patata rosti, salteado de tirabeques y jamón ibérico. Alucinar  viendo la vista de la bahía de Altea y notar la brisa de mayo del Mediterráneo.

Tropezarte con mil detalles en cada esquina: muebles vintage colocados en medio de la pinada, sitting colgado de los árboles a modo de marcos dorados, un cigar corner, el mueble bar con las chucherías…

Bailar hasta las tantas y tomar siete gin toncis diferentes dentro del claustro con sus finas columnas  y sus  paredes recogidas por azulejos mudéjares… Y cuando ya te lo has bebido todo, probar el resopón americano decorado al estilo lejano oeste que hará que la resaca del día siguiente sea algo más llevadera.

Si resulta que los novios además de ser ideales y súper simpáticos son guapísimos, tanto que parecen sacados de una revista… a que no os lo creéis?

Comprobadlo vosotros mismos.

Gracias C&D por dejarme colar en vuestra boda.