Muchas tardes de mi infancia las pasé rodeada de antigüedades, primero en la calle Cadirers y luego en Grabador Esteve. Un sofá Imperio de Palma de Caoba, unas butacas Luis XVI, una cómoda Carlos IV… eran términos muy comunes para mí, sin ni siquiera saber qué significaban.  Mis padres eran anticuarios. No entendía por qué no tenían un trabajo más convencional, como el resto de los padres de mis amigos; tardé años en comprender que es uno de los negocios más bonitos que existen, y sufrí en primera persona que es de los que más ahoga en tiempos de crisis. Esta etapa de nuestra vida terminó en 1996 cuando se cerró Sambuca y  Catering Cinco daba sus primeros pasos.

Con esto de que en las bodas se decora cualquier rincón a base de muebles u objetos antiguos,  mi madre ha encontrado la horma de su zapato, y su pasión por las antigüedades y la restauración ha resurgido. Se ha vuelto loca buscando muebles por todos sitios, no hablamos de obras maestras -sino estaríamos todos en Bora Bora veraneando eternamente- pero sí, el típico escritorio, estantería, butaca, lámpara o lo que sea, que  puestos en un rincón con gracia dan un toque especial. Lo que más le gusta es restaurar las puertas antiguas y ponerlas haciendo de entrada en una carpa o en medio del jardín, crear un sitting de la nada con antiguos guardallaves o con un somier que hace de soporte para los listados, utilizar una mesa con candelabros para firmar dedicatorias o fotos a los novios… son rincones decorados, a veces con algo de comida o sin ella, con flores o sin ellas… y es que la imaginación no tiene límites!

Nota: Todas las fotos pertenecen a eventos realizados por Catering Cinco.